Es pictorialismo puro y duro, lo sé. Pero los atardeceres de estos parajes marinos en la primavera tardía, cuando los dias empiezan a alcanzar su mayor duración siguen, después de tantos años, maravillandome. Basta dejar la cámara sobre su trípode mientras el sol se oculta tras el océano para descubrir una sorprendente luz y colores que a veces escapan en sus finos matices al ojo humano. Me recuerdan de forma persistente a las magistrales acuarelas que Turner tomaba como apuntes en sus cuadernos de viaje. Quién las ha visto al natural no las olvida nunca, lo mismo que estos atardeceres.
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