"La fotografía es un secreto de un secreto. Cuanto más te dice, menos sabes"
Diane Arbús.
"Las imágenes tratan de extender la duración de la mirada... Mi esperanza es que inspiren una visión verdaderamente reflexiva: una visión de intimidad y comprensión, una visión del otro que aumentará nuestra humanidad"
Richard Learoyd.
No ha tenido especial suerte Richard Learoyd en su particular periplo por nuestro país, a pesar de encontrarse en lo más alto de su carrera artística. Su gran exposición en la Fundación Mafre de Madrid planificada desde finales de febrero a mayo coincidió fatalmente con la pandemia y el confinamiento y aunque ciertamente los medios de comunicación dieron abundante información, a qué engañarnos, la atención colectiva estaba por desgracia en otro tema.
Richard Learoyd es un fotógrafo de origen británico ciertamente atípico, tanto por su mirada como por su particular método de trabajo, que lo sitúa en las antípodas de la vertiginosa realidad digital que nos domina en el momento actual. En un mundo acelerado en el que todos llevamos una cámara incorporada al teléfono móvil y la imagen fotográfica se banaliza inevitablemente por su proliferación descontrolada, este fotógrafo realiza imágenes únicas, no reproducibles, sobre papel fotográfico y de grandes dimensiones, como si de cuadros pintados directamente por la luz se tratara. Y además lo hace usando un instrumento con largos siglos de historia: una cámara oscura, construida por él mismo. Básicamente dos habitaciones, una de ellas oscura, con un orificio con lente en el tabique que las divide. El sujeto posa en la habitación iluminada y la imagen se impresiona directamente, por un especial procedimiento sin negativo, sobre el gran papel fotográfico que está en la pared opuesta del cuarto oscuro. Cada imagen es única e irrepetible, como si de un cuadro de Veermer se tratara, no hay margen para el error.
Con estas premisas está claro que la fotografía de Learoyd se mueve en unas claves eminentemente plásticas que lo emparentan con la historia de la pintura occidental, tanto por las temáticas como por la melancólica y atemporal cualidad de sus imágenes en las que parece que se detiene el tiempo. Su literatura crítica y las abundantes notas que sobre él pululan por internet están plagadas de referencias a la pintura del Renacimiento, Veermer, Ingres, los pintores prerrafaelitas... Yo me atrevo a añadir las prodigiosas naturalezas muertas de nuestro Siglo de Oro, Sánchez Cotán y el maravilloso Zurbarán. También, por supuesto, la fotografía victoriana y los fotógrafos del pictorialismo, lo primero en que pensé cuando vi por vez primera su obra fue en alguna de las imágenes de la histórica Camera Work de principios del siglo pasado.
La sensación de un tiempo suspendido, la reflexión y una cierta melancolía nos invaden cuando vemos estas magnificas fotografías, fundamentalmente retratos, desnudos y naturalezas muertas. Disfruten ustedes de ellas y disfruten de lo que queda del día, para nuestra desgracia el tiempo solo se detiene en el arte ( y no siempre).
Cabeza de caballo, 2012. Imagen única - ilfochrome © Richard Learoyd. |
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