sábado, 5 de enero de 2013

Henri Cartier-Bresson: ¿De quién se trata?


"Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en la misma línea"

"La vida es fluida y a veces las fotos desaparecen y no hay nada que puedas hacer.
 No puedes decirle a alguien: ey, por favor, sonríe de nuevo y vuelve a poner ese gesto.
 La vida ocurre sólo una vez, para siempre"
HCB.

Tentado estoy de no decir ni una palabra. Se ha hablado y escrito tanto y tan sesudamente sobre Henrí Cartier-Bresson, sobre su teoría del "instante decisivo", sobre su papel en el fotoperiodismo (del que él renegó en sus últimos años), sobre su imborrable influencia sobre las posteriores generaciones de fotógrafos... que cualquier cosa que aquí pueda añadir se me antoja de lo más innecesario. Quien quiera ampliar conocimientos sobre HCB no tiene más que teclear su nombre en cualquier buscador y recibirá una ingente avalancha de información sobre su vida, obra y significado.
Hay sin embargo una reflexión que si me apetece hacer, con permiso de ustedes, mis pacientes y muy apreciados lectores. Ya en el post que dediqué a sus retratos declaré públicamente que de entre todos los maravillosos fotógrafos a los que admiro, Cartier-Bresson es, con diferencia, mi favorito. Desde luego, no soy el primero ni el único en sentir semejante admiración, somos muchos los que sentimos lo mismo y la sencilla pregunta es ¿por qué? ¿Qué tienen estas fotografías en blanco y negro, sacadas con una pequeña cámara Leica, que no tengan otras? Hay, como les digo sesudos estudios intentando explicar este fenómeno, alguno de ellos incluidos en este libro, que hablan de la geometría oculta tras las imágenes, de la capacidad de detener el tiempo o de captar el alma de los sujetos retratados, del instante exacto del disparo que sintetiza en una imagen historias y situaciones humanas evocadoras, a veces complejas y desgarradoras, a veces simple pero deliciosamente anecdóticas (estoy pensando por ejemplo en la fotografía de la Brasserie Lipp que pueden ver a continuación)... Sin duda todos ellos tienen razón, pero mi particular visión es mucho más simple y, lo tengo muy claro, la palabra clave es vida. Para mí, las fotografías de HCB son las más vivas que hasta el momento conozco, me transmiten la sensación de estar en ese sitio, junto al fotógrafo, viviendo una experiencia irrepetible como no lo hace ninguna otra. No se puede desprender desde una imagen más alegría de vivir que la del orgulloso niño que regresa a casa por la calle Mouffetard de París, cargado de dos grandes botellas de vino tinto, suponemos que para su padre. Ni más placidez o pereza que la que desprenden las dos orondas parejas que sentadas sobre la hierba de espaldas al fotógrafo contemplan pasar las aguas del rio Marne en una tarde de domingo, mientras el bigotudo caballero del sombrero se sirve un último vaso de vino. Por no hablar de la tremenda presión que sentimos al contemplar la fotografía de los infortunados chinos que en una infernal cola luchan por recibir unos gramos de oro a cambio de sus ahorros perdidos por la devaluación salvaje de la moneda... o la complicidad entre pícara y curiosa con la que las dos prostitutas mejicanas observan al joven y apuesto francés que, incomprensiblemente para ellas, se dedica a sacarles fotografías, en una época en la que esto era aún un exótico lujo reservado a la gente rica o los acontecimientos importantes... Así una detrás de otra, podríamos ir narrando la impresión que nos causan las cerca de seiscientas fotografías que reúne este libro porque todas y cada una de ellas son pequeñas ventanas que esconden tras de sí un preciado tesoro, un pequeño retazo de vida. HCB dijo en una ocasión que la fotografía era un arte imposible de aprender. Creo que se refería a que la habilidad de saber disparar el obturador en el momento exacto, quizás el don más apreciado por un fotógrafo, era para él un don innato. Desde luego que lo tenía  y en un grado tan elevado que lo situaba al otro lado de la linea que separa a los genios del resto. Claro que por otra parte y parafraseando a Picasso, de poco sirve la inspiración genial si cuando viene no encuentra al genio trabajando, y HCB unió a su don una generosa dosis de concienzudo esfuerzo y dedicación, pateándose durante largos años el mundo en busca de imágenes. Y a esforzarse si se aprende...
En conclusión, si no tienen ningún buen libro de Cartier-Bresson, háganse un favor y regálense uno, este por ejemplo es excelente, pero no es el único. Cuando se sientan en uno de esos momentos grises que todos conocemos, arrellánense en el sofá y ábranlo...  el milagro fascinante de la vida desfilará ante sus ojos. ¿Se puede pedir más?



Prostitutas en la calle Cuauhtenocztín, Ciudad de México. Henri Cartier-Bresson 1934.
México. Henri Cartier-Bresson 1934.
Calle Cuauhtenocztín, Ciudad de México. Henri Cartier-Bresson 1934.
Dieppe, France. Henri Cartier-Bresson 1926.
Hyeres, France. Henri Cartier-Bresson 1932.
Detrás de la estación de Saint Lazare, París. Henri Cartier-Bresson 1932.
Bruselas. Henri Cartier-Bresson 1932.
Alicante. Henri Cartier-Bresson 1933.
Madrid. Henri Cartier-Bresson 1933.
Niños jugando en la calle. Sevilla. Henri Cartier-Bresson 1933.
Domingo a orillas del río Marne, Francia. Henri Cartier-Bresson 1938.
Harlem, New York. Henri Cartier-Bresson 1947.
Pekin. Henri Cartier-Bresson 1948.
Cola para recibir 40 gr de oro por persona, distribuidos por el Kuomintang a causa del hundimiento del valor del papel moneda. Hubo diez muertos. Shanghai. Henri Cartier-Bresson 1948.
Srinagar, Cachemira. Mujeres musulmanas orando en la ladera del Hardi Parbal, mientras el sol se pone tras el Himalaya.
Henri Cartier-Bresson 1948.
Reparto de bolas de azucar entre los pobres con motivo del cumpleaños
del marajá de Baroda. India. Henri Cartier-Bresson 1948.
Preparación de las jóvenes para la danza. Bali, Indonesia. Henri Cartier-Bresson 1949.
Abruzzo, Scano.  Italia. Henri Cartier-Bresson 1951.
Paris, Rue Moufettard. Henri Cartier-Bresson 1952.
Paris. Henri Cartier-Bresson 1953.
Moscú. Cantina de trabajadores de la construcción del hotel Metropol. Henri Cartier-Bresson 1954.
Michigan, USA. Henri Cartier-Bresson 1960.
Isla de Siphnos, Grecia. Henri Cartier-Bresson 1961.
Mujeres extendiendo sus saris al sol. Ahmedabad, India, Henri Cartier-Bresson 1966.
Las piernas de Martine. Henri Cartier-Bresson 1967.
Brie, Francia. Henri Cartier-Bresson 1968.
París. Henri Cartier-Bresson 1968.
Brasserie Lipp, París. Henri Cartier-Bresson 1969.
Georgia, URSS. Henri Cartier-Bresson 1972.
Fortaleza de Pedro y Pablo, junto al río Neva. Leningrado. Henri Cartier-Bresson 1973.
Rumanía, en un tren. Henri Cartier-Bresson 1975.
Martine. Henri Cartier-Bresson 1975.
Henri Cartier-Bresson fotografiado por su esposa Martine Frank en su casa de París, 1992.
Alpes de Haute, Provence cerca de Cereste. Henri Cartier-Bresson 1999.




La mítica primera cámara Leica que HCB compró en Marsella en 1932,
 con la que haría muchas de sus primeras obras maestras de la
fotografía del siglo XX.




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2 comentarios:

Anónimo dijo...

No se le puede enseñar a alguien a sentir (creo yo), pero sí se le puede enseñar a mirar. A mirar algo. Predisponer los ojos para el disfrute.
En ese sentido tengo que decirle, admirado profesor, que desde luego, es un placer volver a recrearse en las fotografías de HCB, pero, otro tanto, es recrearse en sus palabras (en las suyas de usted, digo).
El entusiasmo es el sentimiento más escandalosamente contagioso del mundo. Y el que nos hace sentir más vivos.
En otro orden de cosas, me sorprenden y admiran profundamente, esas reflexiones de Cartier-Bresson que encabezan su entrada. Vuelvo a descubrir a otro hombre sabio (y digo “a otro” porque Fernando Manso también me lo pareció), que a través de la fotografía ha desarrollado una profunda y lúcida filosofía de vida.
Miro sus fotografías y en ese abigarramiento de detalles, me traspasa una sensación de calidez y veracidad. Y también, que en esa condensación de gestos, de expresiones, de actitudes, la vida rebosa, incontenible, cualquier barrera.
Convertir un instante buscado, (y que se ha buscado durante largas horas y largos viajes), en el hallazgo de un instante, debe ser la prueba irrefutable de poseer una habilidad suprema.
Sí. Creo que yo también pediré a los Reyes que me traigan este libro.
De vez en cuando, incluso “ezzo mardito roedores” se merecen un buen premio.

Dixie.

Jesus Risueño dijo...

Gracias por dejarse contagiar del entusiasmo por la obra de HCB, es una enfermedad de pronóstico muy benigno. Y sí, consiga usted un buen libro de HCB, no se arrepentirá nunca.
Saludos Dixie.