Edward Weston. Icons, ed. Taschen |
Para muchos el gran maestro de la fotografía americana, Edward Weston fue sin duda uno de los más grandes fotógrafos del siglo XX a quien todos debemos una nueva forma de ver este arte. Nacido en Chicago en 1886, siempre tuvo claro lo que quería hacer desde que a los dieciséis años le regalaron su primera cámara y a diferencia de otros nunca le interesó hacer otra cosa que no fuera la fotografía. Se inició como autodidacta en los años en los que el pictoricismo hacía furor, componiendo en este estilo que hizo propio primorosos paisajes, bodegones y retratos sin saber que, con el paso del tiempo, su propia obra sería clave para superar el concepto de lo pictórico en fotografía.
Las mujeres tuvieron un papel decisivo en la vida de Weston. Cuando con apenas 20 años se enamoró perdidamente decidió que, ya que no quería hacer otra cosa más que fotografiar, debía convertir su pasión en su medio de vida. Se casó y se estableció a las afueras de Los Ángeles abriendo un pequeño estudio de fotografía. Gracias a su increíble intuición compositiva y su habilidad para convertir las amaneradas poses de la época en naturales a la vez que atrayentes y frescas, obtuvo un precoz éxito comercial como retratista y una incipiente posición social. Sin embargo, tal vez Weston no hubiera pasado de ser un modesto fotógrafo de renombre local si no se hubiera cruzado en su camino Margrethe Mather, otra fotógrafa con la que mantuvo una prolongada relación artística y sentimental. Margrethe, aunque de evidente menor talento creativo poseía un gran carácter y fue la responsable de introducir al joven Edward en los círculos artísticos de la ciudad, además de imbuir en su cabeza la entonces singular idea de que un fotógrafo podía llegar a ser un artista de primera categoría, no inferior a un pintor, escultor o poeta. Esto que ahora nos parece evidente, no lo era tanto a principios del siglo pasado. Comenzó a ensayar nuevas formas de representación, temas y tratamientos de la imagen y se presentó pleno de ilusiones y con un primoroso portafolio ante Alfred Stieglitz, el gran gurú de la fotografía americana del momento, quien más allá de algunas buenas palabras no hizo más que despachar al joven aspirante con un condescendiente beneplácito no exento de crueles críticas. Los genios son así, cuando se tropiezan suelen tener tendencia a destrozarse. Pero Weston, de quien nadie podría decir que carecia de empuje y entusiasmo, encaró las críticas del maestro como positivos consejos y volvió a California con renovados ánimos. Ánimos que se vieron muy pronto acrecentados cuando otra tremenda mujer cambió su vida: la joven y bellisima Tina Modotti.
Por entonces rutilante actriz de cine mudo, Tina Modotti, actriz, modelo, fotógrafa, activista política, peligrosa revolucionaria y quién sabe cuantas cosas más, bien hubiera podido ser junto a Warren Beaty la protagonista real de Rojos. Tina consiguió lo que Margrethe no pudo en doce años de relación: que Weston rompiera definitivamenrte con su matrimonio, su familia, su colaboradora-amante y por ende con los últimos lazos que le unían a su convencional forma de vida. Con Tina se instaló en Méjico y formó parte clave de una de las leyendas de la cultura americana del siglo XX, la del grupo de la vanguardia artística norteamericana que eludiendo la influencia europea entabló una singular relación artística e ideológica con los "estridentistas" mejicanos: Diego Rivera, Frida Kalho, Manuel Álvarez Bravo, Nahui Ollin... El paso por ese país supuso para su obra un punto de no retorno que lo situó en punta de lanza de aquellos que realmente hicieron avanzar el arte de la fotografía, más allá incluso de los consabidos vanguardistas europeos que en aquel entonces copaban el reconocimiento oficial.
Las mujeres tuvieron un papel decisivo en la vida de Weston. Cuando con apenas 20 años se enamoró perdidamente decidió que, ya que no quería hacer otra cosa más que fotografiar, debía convertir su pasión en su medio de vida. Se casó y se estableció a las afueras de Los Ángeles abriendo un pequeño estudio de fotografía. Gracias a su increíble intuición compositiva y su habilidad para convertir las amaneradas poses de la época en naturales a la vez que atrayentes y frescas, obtuvo un precoz éxito comercial como retratista y una incipiente posición social. Sin embargo, tal vez Weston no hubiera pasado de ser un modesto fotógrafo de renombre local si no se hubiera cruzado en su camino Margrethe Mather, otra fotógrafa con la que mantuvo una prolongada relación artística y sentimental. Margrethe, aunque de evidente menor talento creativo poseía un gran carácter y fue la responsable de introducir al joven Edward en los círculos artísticos de la ciudad, además de imbuir en su cabeza la entonces singular idea de que un fotógrafo podía llegar a ser un artista de primera categoría, no inferior a un pintor, escultor o poeta. Esto que ahora nos parece evidente, no lo era tanto a principios del siglo pasado. Comenzó a ensayar nuevas formas de representación, temas y tratamientos de la imagen y se presentó pleno de ilusiones y con un primoroso portafolio ante Alfred Stieglitz, el gran gurú de la fotografía americana del momento, quien más allá de algunas buenas palabras no hizo más que despachar al joven aspirante con un condescendiente beneplácito no exento de crueles críticas. Los genios son así, cuando se tropiezan suelen tener tendencia a destrozarse. Pero Weston, de quien nadie podría decir que carecia de empuje y entusiasmo, encaró las críticas del maestro como positivos consejos y volvió a California con renovados ánimos. Ánimos que se vieron muy pronto acrecentados cuando otra tremenda mujer cambió su vida: la joven y bellisima Tina Modotti.
Por entonces rutilante actriz de cine mudo, Tina Modotti, actriz, modelo, fotógrafa, activista política, peligrosa revolucionaria y quién sabe cuantas cosas más, bien hubiera podido ser junto a Warren Beaty la protagonista real de Rojos. Tina consiguió lo que Margrethe no pudo en doce años de relación: que Weston rompiera definitivamenrte con su matrimonio, su familia, su colaboradora-amante y por ende con los últimos lazos que le unían a su convencional forma de vida. Con Tina se instaló en Méjico y formó parte clave de una de las leyendas de la cultura americana del siglo XX, la del grupo de la vanguardia artística norteamericana que eludiendo la influencia europea entabló una singular relación artística e ideológica con los "estridentistas" mejicanos: Diego Rivera, Frida Kalho, Manuel Álvarez Bravo, Nahui Ollin... El paso por ese país supuso para su obra un punto de no retorno que lo situó en punta de lanza de aquellos que realmente hicieron avanzar el arte de la fotografía, más allá incluso de los consabidos vanguardistas europeos que en aquel entonces copaban el reconocimiento oficial.
De vuelta en California en 1932, fue junto a Anselm Adams, Paul Strand e Imogen Cunningham cofundador del Grupo f/64 que propugnaba un nuevo enfoque de la fotografía, el realismo directo (nueva objetividad se llamó en Europa) en contraposición al pictorialismo y de las experimentaciones vanguardistas europeas. Características de este grupo fueron: el uso de las cámaras de gran formato, luz natural, enfoque y profundidad de campo máximas e innovadores procedimientos para obtener copias con el mayor grado de fidelidad al sujeto mostrando un increíble rango de grises que desvelaban luces hasta en las sombras más profundas. Los objetos, edificios, paisajes, desnudos... se representan en primer plano, de forma directa y sin elementos accesorios que distraigan la atención del espectador. Este estilo ha tenido una influencia tan decisiva en toda la fotografía posterior que es difícil que nosotros ahora podamos comprender la enorme innovación que en su momento supuso.
Pero más allá de los someros apuntes biográficos y técnicos que nos ayudan ciertamente a entender el contexto en el que se desenvolvía, hablar extensamente sobre la obra de Edward Weston constituye en sí mismo un difícil ejercicio que bordea el peligro permanente de comenzar a enunciar obviedades o lo que es peor vacuidades pedantes. Personalmente me quedo con lo que sobre él escribió otro genio de la fotografía, su amigo Anselm Adams:
Pero más allá de los someros apuntes biográficos y técnicos que nos ayudan ciertamente a entender el contexto en el que se desenvolvía, hablar extensamente sobre la obra de Edward Weston constituye en sí mismo un difícil ejercicio que bordea el peligro permanente de comenzar a enunciar obviedades o lo que es peor vacuidades pedantes. Personalmente me quedo con lo que sobre él escribió otro genio de la fotografía, su amigo Anselm Adams:
"A diferencia de tantos fotógrafos de hoy, Edward Weston nunca habló sobre su propia obra. Para él, como para la mayoría de nosotros, su obra es simplemente la afirmación del hombre y de su arte. Respecto a su trabajo artístico, Edward estaba completamente seguro de sí mismo; no necesitaba ninguna explicación, justificación ni interpretación. Las estupideces que se decían y escribían sobre él le daban risa, aunque toleraba que algunas personas sintieran la necesidad de llegar a la verdad a través de complejas disgresiones y escurridizos análisis intelectuales. Frecuentemente comentaba: Bueno, si eso es lo que significa para él, a mi no me importa.
Como Edward, también yo prefiero abstenerme de dar definiciones de su obra creativa. ¿Quién puede hablar o escribir sobre las Partitas de Bach? Se pueden tocar o escuchar; solo existen en el mundo de la música. Del mismo modo, las fotografías de Edward solo existen como originales o (en ocasiones) en forma de buenas reproducciones. Observad esas fotos, miradlas atentamente y observaos a vosotros mismos, no crítica ni despectivamente, ni con un sentimiento de inferioridad. Quizá la obra de Weston os enseñe a descubrir lo bueno que en realidad sois... o que podéis llegar a ser. Eso es lo que deseaba Edward."
(Revista "Infinity", febrero de 1964.)
(Revista "Infinity", febrero de 1964.)
Armco. Steel. Ohio, 1922. |
Nude, 1925 |
Shell, 1927 |
Shell, 1927 |
Nautillus, 1927 |
Nude, 1927 |
Eggplant (berenjena), 1929 |
Nude, 1934 |
Nude, 1934 |
Nude. Oceano, 1936 |
Nude. Oceano, 1936 |
2 comentarios:
Fíjate que
Nude, 1925
no es de Weston, sino de Brassai, según la expo.:
http://www.metmuseum.org/exhibitions/view?exhibitionId={5992E04C-2A5A-4D34-9E0D-929A263289E6}&oid=288031&pg=1&rpp=60&pos=33&ft=*
Sí que es de Weston, está comprobado por al menos dos publicaciones. La foto que tu señalas de Brassai es parecida pero no igual y unos años posterior... lo cual demuestra mi teoria de que los genios también copian. :-)
En cualquier caso, gracias por el comentario.
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