El 1 de julio de 1962 George Barris tomo una larga serie de fotografías de Marilyn Monroe en la playa de Santa Mónica, muy cerca de Los Angeles, para completar la sesión que había iniciado el 29 de junio en casa de Tim Leimert. La actriz se mostró radiante como siempre y nada hacía prever que aproximadamente un mes después (el 6 de agosto) moriría prematuramente. Casualmente me he tropezado con la fotografía que encabeza este post circulando por la Red erróneamente atribuída a Eve Arnold y, dado que tengo arrinconada en mi ordenador una carpeta con las imágenes de Barris he pensado que compartirla en parte con ustedes no sería mala forma de acabar este mes de agosto en el que se han cumplido cincuenta años del fallecimiento de la estrella.
Ya en otro post de este blog enuncié la idea de que alguien debería iniciar un estudio serio sobre el misterioso don de la fotogenia y sus ignotas reglas. Puede parecer una propuesta chusca pero les aseguro que no lo es. Cualquier persona que haya utilizado una cámara fotográfica comprueba al instante como esta somete a una tiránica ley a los sujetos que capta, ninguneando en ocasiones autenticas beldades en tanto que en otras les añade, sin saber muy bien el porqué, un mágico plus que marca diferencias. Hace falta estar ciego para no ver que este personaje, Marilyn Monroe, rompía todos los moldes imaginables de fotogenia. Está claro que la cámara la adoraba. Seguro que era una autentica belleza pero, créanme lo que les digo, con eso no es suficiente. Esta mujer poseía un extraño poder que atravesaba la lente haciendo de todas sus tomas un espectáculo para los ojos. Vean si no este sencillo reportaje en la playa, con un mínimo de maquillaje, una toalla, una chaqueta... no le hacían falta luces, filtros, maquillaje de estudio.. para estar deslumbrante. No es de extrañar que los fotógrafos de su época se pelearan por hacerle reportajes, con una modelo así, cualquier fotógrafo es feliz.
Ya en otro post de este blog enuncié la idea de que alguien debería iniciar un estudio serio sobre el misterioso don de la fotogenia y sus ignotas reglas. Puede parecer una propuesta chusca pero les aseguro que no lo es. Cualquier persona que haya utilizado una cámara fotográfica comprueba al instante como esta somete a una tiránica ley a los sujetos que capta, ninguneando en ocasiones autenticas beldades en tanto que en otras les añade, sin saber muy bien el porqué, un mágico plus que marca diferencias. Hace falta estar ciego para no ver que este personaje, Marilyn Monroe, rompía todos los moldes imaginables de fotogenia. Está claro que la cámara la adoraba. Seguro que era una autentica belleza pero, créanme lo que les digo, con eso no es suficiente. Esta mujer poseía un extraño poder que atravesaba la lente haciendo de todas sus tomas un espectáculo para los ojos. Vean si no este sencillo reportaje en la playa, con un mínimo de maquillaje, una toalla, una chaqueta... no le hacían falta luces, filtros, maquillaje de estudio.. para estar deslumbrante. No es de extrañar que los fotógrafos de su época se pelearan por hacerle reportajes, con una modelo así, cualquier fotógrafo es feliz.
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